Hoy traemos una acertada reflexión de nuestra colaboradora Paula Lax. Nada mejor que una campaña electoral para pensar en voz alta sobre la gestión económica de los partidos políticos.
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EL PARTIDO CARTEL
Desde la II Guerra Mundial el tamaño del electorado en nuestras democracias ha crecido de forma espectacular, lo que ha afectado a la capacidad de los partidos para diseminar sus propuestas, es decir, a su capacidad para hacer propaganda. Además, la afiliación no deja de caer, de forma que, los partidos políticos pierden su principal fuente de recursos y además en un momento en el que las campañas son más caras, ya que es necesario descansar sobre los medios de comunicación.
Es por esto por lo que los partidos buscan recursos en nuevas fuentes y los dirigentes de los mismos descubren que su propio papel como gobernantes o legisladores les facilita la disposición de los recursos estatales. Nacen así las subvenciones públicas a la financiación de los partidos, cuya presencia cambia de forma global el ambiente en el que actúan las organizaciones partidistas. Se trata de una modificación endógena, los partidos deciden alterar ese ambiente para hacerlo menos hostil.
Así, la financiación pública es la que garantiza la supervivencia de los partidos políticos, y los subsidios se reparten en función de los resultados electorales. La función que cumplen los subsidios es doble, por un lado, garantizan la pervivencia de los partidos existentes, y por otro, blindan el sistema de partidos impidiendo la entrada de nuevos competidores.
Ahora, ganar o perder unas elecciones es crucial en términos organizativos porque los partidos no tienen autonomía financiera, pero no lo es términos políticos, ya que las diferencias ideológicas ya son prácticamente imperceptibles.
Esta situación es la ideal para que los partidos políticos de un país, formalmente competidores, decidan forman un cártel, es decir, decidan coordinadamente compartir recursos para garantizar su supervivencia. No es una realidad, todavía, pero es probable que algún día lo sea.
Por: Paula Lax
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EL PARTIDO CARTEL
Desde la II Guerra Mundial el tamaño del electorado en nuestras democracias ha crecido de forma espectacular, lo que ha afectado a la capacidad de los partidos para diseminar sus propuestas, es decir, a su capacidad para hacer propaganda. Además, la afiliación no deja de caer, de forma que, los partidos políticos pierden su principal fuente de recursos y además en un momento en el que las campañas son más caras, ya que es necesario descansar sobre los medios de comunicación.
Es por esto por lo que los partidos buscan recursos en nuevas fuentes y los dirigentes de los mismos descubren que su propio papel como gobernantes o legisladores les facilita la disposición de los recursos estatales. Nacen así las subvenciones públicas a la financiación de los partidos, cuya presencia cambia de forma global el ambiente en el que actúan las organizaciones partidistas. Se trata de una modificación endógena, los partidos deciden alterar ese ambiente para hacerlo menos hostil.
Así, la financiación pública es la que garantiza la supervivencia de los partidos políticos, y los subsidios se reparten en función de los resultados electorales. La función que cumplen los subsidios es doble, por un lado, garantizan la pervivencia de los partidos existentes, y por otro, blindan el sistema de partidos impidiendo la entrada de nuevos competidores.
Ahora, ganar o perder unas elecciones es crucial en términos organizativos porque los partidos no tienen autonomía financiera, pero no lo es términos políticos, ya que las diferencias ideológicas ya son prácticamente imperceptibles.
Esta situación es la ideal para que los partidos políticos de un país, formalmente competidores, decidan forman un cártel, es decir, decidan coordinadamente compartir recursos para garantizar su supervivencia. No es una realidad, todavía, pero es probable que algún día lo sea.
Por: Paula Lax
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